En Estremoz parece que encontremos un Alentejo ideal en el que la monumentalidad del patrimonio histórico corona, en lo alto de la colina, los campos de cereales y viñedos que se pierden de vista. A lo lejos, como en el escenario de una película, el horizonte recorta el perfil arrugado de la sierra de Ossa y, tras cada paso, nos sorprende un nuevo paisaje casi geométricamente tallado en los cultivos. Del interior de la tierra sale el mármol blanco que caracteriza a las iglesias, capillas, palacios y calzadas.
En Estremoz parece que encontremos un Alentejo ideal en el que la monumentalidad del patrimonio histórico corona, en lo alto de la colina, los campos de cereales y viñedos que se pierden de vista. A lo lejos, como en el escenario de una película, el horizonte recorta el perfil arrugado de la sierra de Ossa y, tras cada paso, nos sorprende un nuevo paisaje casi geométricamente tallado en los cultivos. Del interior de la tierra sale el mármol blanco que caracteriza a las iglesias, capillas, palacios y calzadas.